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Rubiov 1410 |
"Definido como el "icono de los iconos", hay quien ha dicho de él: "Existe, luego Dios existe". Sus detalles y mensajes ocultos –como la extraña forma en el frontal de la mesa o los dos dedos del personaje central– necesitan una explicación. Es el archiconocido icono de la Trinidad de Rublev, también llamado la Trinidad Angélica o la Hospitalidad de Abraham. Rublev, es un santo de la Iglesia ortodoxa considerado el más grande iconógrafo ruso. La pintura nos quiere explicar la Santísima Trinidad, pero lo hace tomando como base el episodio bíblico de la visita que recibió Abraham junto a la encina de Mambré de tres hombres misteriosos (Génesis 18).
A simple vista vemos a tres ángeles alados sentados a la mesa alrededor de un cáliz. Vamos a los detalles. Lo primero es la proporción de los cuerpos con respecto a las cabezas. Son exageradamente altos, lo que revela su origen inmaterial y eterno, divino. Esta estilización celestial la vemos también en el báculo de peregrino que cada uno de ellos sostiene en su mano izquierda. Las varas de los tres caminantes son también cetros reales, símbolo de autoridad. En este "retrato de Dios" vemos, de izquierda a derecha, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, (los cristianos creen en un solo Dios en tres personas). Nos lo dicen sus caras. Son prácticamente iguales, salvo alguna ligera variación. Pero, según la doctrina católica, a pesar de ser los tres iguales y coeternos, hay un “liderazgo” del Padre que es la fuente eterna, por eso, el Hijo y el Espíritu inclinan la cabeza ante Él.
Los colores de las túnicas nos hablan de lo que diferencia a las tres personas: su misión. Los tres visten de azul, símbolo de la divinidad, pero el Padre lleva una túnica dorada, casi traslúcida que refleja su trascendencia, su invisibilidad, una luz fuera del mundo. El Hijo, viste mitad azul (divinidad) mitad rojo oscuro (humanidad). Nos habla de su doble naturaleza humana-divina y lo confirma con esos dos dedos de su mano extendidos sobre el caliz. El carmesí nos habla de su pasión, de su sacrificio en la cruz. Por último, el Espíritu Santo lleva una túnica verde, símbolo de la vida, de la creación. Él es el Espíritu que aleteaba sobre las aguas durante la creación y que renueva la faz de la tierra. Es el espíritu vivificante.
La parte superior de la imagen nos remite a la vida de Abraham: su casa, la encina de Mambré y el Monte Moria adonde años después tendría que subir con su hijo Isaac. Cada referencia está sobre una de las personas trinitarias. La casa, sobre el Padre, porque dijo Jesús: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas (...) Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo" y, también: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él". Sobre el Hijo, está la encina, que nos remite al árbol del bien y del mal, el árbol del que comieron Adán y Eva y por cuyo pecado vino la muerte. Pero también es el árbol de la vida, el árbol de la cruz del que vino la salvación, en el que Él fue clavado. Y el monte, sobre el Espíritu, porque es el lugar de encuentro con el Señor. Moisés en el Sinaí, Elías en el Horeb, los apóstoles en el Tabor… El monte Moria se conoce como «En el monte el Señor es visto». El Espíritu es quien nos puede revelar a Dios, sin Él, no podemos."
Antonio Moreno a X el 18.06.2025