Sam Francis 1973 |
"La filosofía de Karl Popper es una filosofía de la fecundidad del error. Ni en la ciencia ni en la política puede haber métodos infalibles cuya aplicación excluya el error. De lo que se trata no es tanto de evitar los errores (meta condenada al fracaso de antemano), sino de detectarlos, de criticarlos, de sacarles todo el jugo posible, de aprender de nuestros errores. Ningún otro filósofo ha valorado tan altamente ni ha analizado tan finamente el papel que el error tiene en la empresa científica, en el aprendizaje, en la política y en todos los órdenes de la vida. En esto estriba también el elemento más original y profundo de su epistemología.
Desde Parménides y Platón hasta Bacon, Descartes y Husserl, muchos filósofos han tratado en vano de asentar la ciencia y la filosofía sobre bases indudables e inasequibles al error. La historia entera de la filosofía es un cementerio de intentos fallidos de asegurar de una vez por todas la verdad definitiva, de establecer certezas absolutas e inquebrantables. Popper, sin embargo, parte del supuesto de que siempre cometeremos errores, y de que lo importante es el esfuerzo incansable por corregirlos.
Hipótesis
De ahí deriva también la tenaz oposición de Popper al método inductivo, al que consideraba lógicamente inválido y ajeno a la realidad científica, lo cual lo llevó a polemizar con Carnap y otros inductivistas. La ciencia no procede por inducción, saltando de la observación de casos singulares a la formulación de una ley general. La inducción ni siquiera resulta útil para establecer la probabilidad de las leyes.
El método científico consiste en la formulación de hipótesis y conjeturas arriesgadas (cuanto más improbables y arriesgadas, tanto mejor) y en su subsiguiente crítica implacable. Esa crítica se basa en la deducción de consecuencias a partir de las hipótesis y en los intentos denodados por refutar experimentalmente dichas consecuencias, contrastándolas con los resultados de observaciones y experimentos. El verdadero método científico es hipotético-deductivo.
Contra el determinismo
La crítica del error requiere libertad para ejercerse. Y, como es bien sabido, la defensa de la libertad constituye uno de los ejes centrales del pensamiento de Popper. Por eso se opuso también al determinismo. Si todo estuviera predeterminado, si nuestras acciones dependieran de un modo inevitable de causas anteriores, la libertad sería una mera ilusión. Esa postura -conocida en la filosofía con el nombre de determinismo- ha atraído a muchos pensadores, pero ha sido severamente criticada y refutada por Popper. No es cierto que todo esté predeterminado en la naturaleza. Gracias a la mecánica cuántica, sabemos que el mundo subatómico es esencialmente indeterminista. No es sólo que seamos incapaces de predecir con seguridad los eventos subatómicos, sino que esos eventos son ellos mismos de carácter irremediablemente aleatorio. Ni siquiera es necesario recurrir a la mecánica cuántica para comprobar el carácter indeterminado de muchos procesos físicos, que puede ya ser establecido a partir de los postulados de la mecánica clásica, como muestran las actuales teorías de la inestabilidad y del caos, y como las propias investigaciones de Popper sobre la precisión de las medidas han puesto de relieve. Hoy en día todo parece apuntar al carácter fundamentalmente indeterminista del mundo físico, tal y como Popper ha defendido.
De todos modos, podría ocurrir que, aunque el mundo físico fuera compatible con la libertad, el mundo social estuviese regido por leyes propias que hiciesen ilusoria esta libertad.
Popper ha combatido siempre el determinismo social, basado en la presunta existencia de leyes inexorables del cambio social.
Spengler, Marx y otros pensadores han creído descubrir que la evolución histórica discurre necesariamente de acuerdo con pautas fijas y por canales preestablecidos. Pero las profecías de esos profetas sociales no se han cumplido, lo cual invalida ya de por sí las peculiares leyes de desarrollo histórico que ellos propusieron. Pero Popper todavía va más allá, y niega la posibilidad misma de tales leyes. Según Popper, es imposible predecir con seguridad el curso futuro de la historia. Uno de sus argumentos más fuertes se basa en el papel fundamental que tiene el conocimiento en la acción. Los hombres del futuro sabrán cosas que nosotros no sabemos, y en función de ese conocimiento harán cosas que ahora no podemos predecir. La hipótesis de que pudiéramos saber ya ahora lo que se descubrirá en el futuro es contradictoria. Si pudiéramos predecir ya ahora lo que se descubrirá en el futuro, el mero hecho de predecirlo equivaldría a hacer ya ahora el descubrimiento, con lo cual no se trataría de un descubrimiento futuro. Lo que descubriremos dentro de diez años es algo que ahora no sabemos; si pudiéramos predecirlo ahora ya lo sabríamos; lo descubriríamos ahora, no dentro de diez años. El progreso del conocimiento es imprevisible y con él la evolución histórica y social.
Criaturas falibles
La evolución de la sociedad, que depende en parte de la evolución del conocimiento, es impredecible. El determinismo social es falso. Y las ideologías que pretenden haber descubierto las leyes del desarrollo social y haber encontrado la fórmula de la sociedad perfecta son inaceptables y conducen al sufrimiento y al desastre. Nunca llegaremos a poseer un conocimiento perfecto ni una sociedad perfecta. Sólo tiene sentido hacer reformas político-sociales parciales, evaluar sus resultados y, eventualmente, dar marcha atrás y probar nuevas soluciones. No la revolución total, sino la ingeniería social puntual, constituye el camino del progreso.
Ningún sistema político puede garantizarnos que los gobernantes sean buenos. Lo importante es que el sistema minimice los efectos de los malos gobernantes. En definitiva, somos criaturas falibles y cualquier conclusión teórica o práctica que alcancemos siempre tendrá un valor inseguro y provisional, y estará sometida a la crítica y la revisión.
En la filosofía política Popper es conocido sobre todo como el filósofo de la sociedad abierta. Otros pensadores han tratado de diseñar el edificio de la sociedad perfecta, para cuya consecución bien valdría la pena renunciar a ciertas libertades. Popper, por el contrario, piensa que la sociedad perfecta es un espejismo peligroso, y que, cada vez que los hombres han tratado de implantar el paraíso en la Tierra, han acabado creando el infierno. Todos los regímenes políticos cometen errores, y ello es inevitable. La superioridad de la democracia liberal sobre la dictadura no estriba en que la primera cometa menos errores, sino en que los errores que comete son más fáciles de detectar, criticar y eliminar. De hecho la libertad es una fuente de errores. Ser libre significa tener derecho a equivocarse, pero también significa tener derecho a criticar las equivocaciones. Ese doble juego del error y de su crítica es -según Popper- el origen de toda creatividad y de todo progreso.
Crítica racional
La ciencia y la democracia no se asientan sobre la certeza, sino sobre el tanteo y la corrección de errores. El error es inevitable; lo que hay que evitar es el empecinamiento en el error, el "defendello y no enmendallo". Puesto que los errores son imposibles de prevenir, lo importante es detectarlos y curarlos. En su filosofía del racionalismo crítico Popper propugna la audacia en la invención de conjeturas, y la crítica racional en su análisis y eliminación. De esta manera, mediante conjeturas y refutaciones -para parafrasear el título de uno de sus más famosos libros- avanza el conocimiento.
La maravillosa y compleja organización de los animales, e incluso nuestra propia naturaleza, no es el resultado de un diseño premeditado ni de una planificación infalible. Es más bien el fruto fecundo del azar y la presión selectiva. Las mutaciones aleatorias de los genes y su azarosa recombinación sexual generan una siempre renovada variedad de formas, sobre las queja dura presión selectiva del entorno ejerce un control implacable. El constante ensayo de nuevas fórmulas y su constante eliminación conducen finalmente a seres tan bien adaptados y complejos como nosotros. Lo que nos separa de las primitivas amebas son miles de millones de errores en la copia del material genético. Somos el fruto de miles de millones de errores. Sin errores no habría habido progreso biológico y nosotros no estaríamos aquí para contarlo. El ensayo, el error y el riesgo son la fuente de la vida y el origen de la creatividad.
La vida sólo ha acertado tantas veces porque se ha equivocado muchas más. Lo mismo ocurre en la ciencia. El miedo enfermizo a equivocarnos puede paralizar nuestro dinamismo intelectual, puede hacernos apocados y poco dispuestos a inventar ideas inéditas y a hacer propuestas arriesgadas. Sólo quien asume el riesgo de equivocarse obtiene la oportunidad de acertar.
Apuesta por el progreso
En una época como la nuestra, que está de vuelta de los dogmas y las utopías, el racionalismo crítico de Popper se nos presenta como la más rigurosa expresión de la falibilidad irremediable del ser humano y de la provisionalidad de todas sus ideas. Popper nos exhorta a no dar ninguna cuestión por zanjada y a no aceptar ninguna solución como definitiva. Sin embargo, esa posición no le conduce a ningún fácil escepticismo. Aunque no podamos evitar cometer errores, sí que podemos evitar permanecer en ellos e incluso podemos aprender de ellos. Es así, a través del ensayo y del error, de la fantasía y de la crítica, como recorremos el camino del progreso científico y social, por el que Popper apuesta decididamente."
Jesús Mosterín, a La Vanguardia del 27.09.1994
(en homenatge a Jesús Mosterín, que va ser professor de lògica nostre els cursos 1969-1970 i 1970-1971, en el dia de la seva mort)
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