dissabte, 3 de juny del 2023

Unamuno: Salmo III



Hammershoi 1907



    "Oh, Señor, Tú que sufres del mundo
            sujeto a tu obra,
es tu mal nuestro mal más profundo
            y nuestra zozobra.

    Necesitas uncirte al infinito
            si quieres hablarme,
y si quieres te llegue mi grito
            te es fuerza escucharme.

    Es tu amor el que tanto te obliga
            bajarte hasta el hombre,
y a tu Esencia mi boca le diga
            cual sea tu nombre.

    Te es forzoso rasgarte el abismo
            si mío ser quieres,
y si quieres vivir en ti mismo
            ya mío no eres.

    Al crearnos para tu servicio
            buscas libertad,
sacudirte del recio suplicio
            de la eternidad.

    Si he de ser, como quieres, figura
            y flor de tu gloria,
hazte, ¡oh Tú Creador, criatura
            rendido a la historia!

    Libre ya de tu cerco divino
            por nosotros estás,
sin nosotros sería tu sino
            o siempre o jamás.

    Por gustar, oh Impasible, la pena
            quisiste penar,
te faltaba el dolor que enajena
            para más gozar.

    Y probaste el sufrir y sufriste
            vil muerte en la cruz,
y al espejo del hombre te viste
            bajo nueva luz.

    Y al sentirte anhelar bajo el yugo
            del eterno Amor
nos da al Padre y nos mata el verdugo
            el común dolor.

    Si has de ser, oh mi Dios, un Dios vivo
            y no idea pura,
en tu obra te rindes cautivo
            de tu criatura.

    Al crear, Creador, quedas preso
            de tu creación
más así te libertas del peso
            de tu corazón.

    Son tu pan los humanos anhelos,
            es tu agua la fe,
yo te mando, Señor, a los cielos
            con mi amor, mi sed.

    Es la sed insaciable y ardiente
            de sólo verdad;
dame, oh Dios, a beber en la fuente
            de tu eternidad.

    Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
            misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
            del duro bregar."


Miguel de Unamuno, Salmo III (1907)



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