dimecres, 11 d’abril del 2018

Adolescents




Roy Lichtenstein 1965


És cert que les lamentacions sobre els mals de les joves generacions són tan antigues com la humanitat, i en tenim exemples a Babilònia, Grècia, Roma, etc. Però també és cert que això no ens eximeix de la preocupació pel tema, i que no deixa de ser positiu i important anar-hi reflexionant i formulant-ho. En aquest cas és una contribució de Miguel Pérez Gaudio des de l'Argentina, publicada a La Vanguardia del 08.09.2005, abans de l'explosió del mòbil, d'internet, de les xarxes socials, etc., elements que més aviat estan agreujant la situació.


"Es hora de que los adultos tomen la responsabilidad de reencaminar a los adolescentes. Estos niños y jóvenes del aquí y ahora son inducidos a una desinhibición y madurez contra natura, que les deshace su inocencia.

Compran con extrema facilidad cuanta adicción anda suelta acechándolos; conflicto con sus padres; indiferencia familiar; rebeldía con la educación formal; deserción religiosa; ignorancia de los valores trascendentes; indisposición por el esfuerzo; vértigo e inestabilidad sentimental; docilidad y exacerbación –con una precocidad inimaginable– para el consumo de sustancias psicoactivas, lícitas e ilícitas. Todo un sistema y nadie se hace responsable de esta crisis que nosotros mismos hemos creado. Nos comportamos como funcionarios de una misión extraña, eslabones de una cadena de ocultamientos de lo real.

La extinción de la adolescencia ha incorporado la ideología de la inexperiencia, que supone rechazar los conocimientos de las instituciones formales, reemplazadas preponderantemente –como escuela deformadora de personas– por contenidos televisados maniáticos sexopáticos, violentos, consumistas y depresivos.

Los medios intentan justificar numerosos comportamientos: todo se muestra, todo se dice anomiamente sin análisis crítico con valores. La televisión se apoderó de la naturaleza de nuestros hijos, de sus sentidos, aspiraciones y deseos, con efectos de hipnosis sensorial, sentimental y cultural; se trata de neopresbicia y neosordera. Los adolescentes permanecen demasiado cerca del televisor y aumentan su volumen constantemente.

Enumeremos otras consecuencias, tales como la telefagia (crisis de ansiedad), escoliosis (desviación de la columna producida por largas y frecuentes sesiones ante la pantalla de televisión en posiciones físicas arbitrarias), cierta obesidad (debida a la poca actividad de su metabolismo por causa de una ingesta alimenticia alterada por la simultánea percepción audiovisual), hiperkinesis (incontinencia corporal) imposible de controlar en el hogar, en la escuela, en la calle o en los boliches.

Esto explicaría muchas de las causas no relacionadas suficientemente por la medicina ni por la educación, que no alcanzan a comprender el fenómeno como oposición a la educación disciplinada y armónica que se pretende en el aula, frente a personas maltratadas en su naturaleza: distraídas, que leen y escuchan defectuosamente y que dispersan sus focos de atención con traumáticas rupturas.

Son, en gran parte, víctimas de la disolución de la institución familiar. El principal dilema que se les presenta es ignorar con precisión lo que significa ser un ser humano en nuestro tiempo.

Una alerta y un desafío para padres y gobernantes: todo rostro adolescente nos interpela y no podemos volvernos a otro lado diciendo “no me mira”, porque precisamente “él o ella me miran”. Seamos capaces de decir como padres o como gobernantes y líderes sociales: ¡Ay, cómo me duelen mis hijos! y decidirnos a reintegrarles su dignidad."





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